Regreso tras el terror: reconstrucción de una aldea
De repente, Bulama Dadi se convirtió en un jefe de aldea sin aldea. Boko Haram dejó un rastro de destrucción a su paso por la región: arrasó chozas de adobe y dejó desoladas las tierras de pastoreo. En total, 2.200 personas, incluyendo mujeres, hombres y niños, se vieron forzadas a dispersarse por toda la región, huyendo del terror impuesto por este grupo terrorista. “Fueron momentos difíciles”, comenta este hombre delgado de unos 50 años, que relevó a su padre al frente de Ngarannam hace más de 20 años. En la aldea del noreste de Nigeria convivían personas de las etnias fulani, kanuri, shuwa y gamargu. Los hombres pastoreaban juntos el ganado y las mujeres confeccionaban sombreros tradicionales. Tras el devastador incendio provocado por el grupo terrorista en 2015, Bulama Dadi fue testigo del desmoronamiento de su comunidad. Los miembros de la comunidad se reencontraron en un campo de refugiados. En aquel momento, la posibilidad de regresar a Ngarannam era solo una esperanza distante.